19 de Septiembre, 1985, México, DFEra la mañana del 19 de Septiembre de 1985, era jueves, apenas nos preparábamos para ir a la escuela. Mi hermana y yo ya estábamos listos con nuestro uniforme de primaria Ezquiel A. Chavez. Estábamos esperando a que mi papá terminara de rasurarse para partir a la escuela. El momento es muy claro para mi, yo, entre la sala y el comedor del 4o piso en que vivíamos, pude sentir el movimiento telúrico que nos sacudió y aunque comenzó despacio, ni lo sentimos. Mi papá alcanzó a gritar: "Está temblando". La imagen que más me recuerda este evento es ver a mi papá que salió disparado fuera del baño por la sacudida, fue tremenda. Yo seguía en el piso sentado en la alfombra cerca del comedory la cocina en donde estaba jugando o revisando mis útiles, creo. Me levanté y corrí hacia el resto de la familia que se refugiaba en el marco que formaban las puertas de ambos cuartos que se veían de frente entre si. El movimiento continuaba aún cuando había pasado la sacudida más fuerte. Yo estaba asustado, aunque creo que mi mamá lo estaba más. Aún recuerdo que le decía a papá: "¿Qué es esto? ¡Vida!" Espantados, corrimos hacia la ventana del cuarto de mi hermana y yo a ver qué se alcanzaba a ver del centro. Nada, no era contaminación lo que impedía la vista, era la nube de polvo que se levantaba en el corazón de la ciudad. El pánico nos invadió, mi mamá quería desesperada comunicarse con mi abuela y mi papá lo mismo con su familia. Fue desastroso. Finalmente nos llevaron en el coche a la escuela, el ambiente seguía tenso, sin vida, con caras largas, niños llorando y gente corriendo por las calles. El caos vial era evidente, había pasado un desastre. Ya en la escuela primaria nuestra tía Chali pasó por mi hermana y por mi para irnos a casa de mi abuela. La entrada de la escuela repleta de padres y relativos que ya habían dejado a sus hijos y ahora iban a recogerlos. Mis padres no pudieron ir con nosotros, tenían que presentarse a su trabajo, aunque creo que les dieron el día, ya que el punto de reunión fue la casa de mi abuelita Jose. Mis padres sí alcanzaron a pasar por el centro, contaban la cantidad de cosas horrendas y de edificios caidos, incluido el Regis en donde se quedó atrapado un tío, y hasta que nos mudamos a Colima pudo contarnos la tremenda historia, nació de nuevo el día que lo sacaron. El tío nos contó la cantidad de víctimas que se escuchaban agonizantes debajo de los escombros. Nos contó sobre la cantidad de aire que sintió que venía debajo de sus pies antes de que pudiera llegar a las escaleras del pasillo, pues ya sabía que no podían usar el elevador, después del aire vino la oscuridad total, se había desmayado. Nos contó también de una señora que murió y de lo que tuvieron que hacer bajo los escombros, incluido beber sus propios líquidos de una piedra y la desesperación de girtar: "¡Hey! ¡Estamos aquí!" junto con otro compañero que también sobrevivía y esperaban que llegara la ayuda.
4o piso, Condominios México-Tacuba.
Afuera, nosotros seguimos con nuestras vidas en los días siguientes al temblor, por lo menos una semana de no tener clases en la escuela, pero sí por la televisión. Fue la primera vez que me convencí de que la educación no estaba tan mal en México, aún extraño los experimentos y tareas de la tele, para mi era la maravilla de la tecnología. No nos calificaban, pero aprendimos las partes de un ojo de buey que mamá tuvo que comprarnos en el mercado para la clase de biología y además de otras operaciones matemáticas y algo de historia. Todos esos días casi nos la pasábamos encerrados, o solo visitabamos a mis dos abuelas y ya. Supongo que mis padres no querían que viéramos el desastre que había en las calles si era suficiente lo que veíamos en televisión. La preocupación de nosotros los niños, inmediato al temblor y con las noticias era que Genaro Moreno y el tío Gamboín o Chabelo habían quedado atrapados en una de las instalaciónes de Televisa. Después creo que supimos que Genaro estaba bien, pues todavía siguió saliendo con su mano abierta hacia la pantalla del televisor diciendo: "Cuando nos veamos, así nos saludamos" con el inicio de la barra de caricaturas de canal 5.
Con el tiempo recordamos las celebridades como Plácido Domingo que ayudó a sacar gente de los escombros y los perros rescatistas de Suecia o Alemania que sirvieron de precedente para que aquí en México se entrenaran perros que hasta han viajado a otros países con el mismo desastre natural.
El edificio en el que vivíamos no sufrió grandes daños, algunas cuarteaduras en el departamento y en algunas columnas que no rebasaban más que el enjarre. Ingenieron fueron a hacer pruebas y dictaminaron que los edificios eran resistentes. Mi papá que había estudiando parte de la ingeniería civil confió en el diagnóstico, pues sabía de los materiales con los que estaban hechos.
9 de Octubre, 1995, Colima, Col.
Aula de primer semestre de Comunicación Social, Facultad de Letras y Comunicación, Universidad de Colima - Campus central.
Era la mañana del 9 de Octubre cuando estábamos terminando la primera parte de la jornada educativa y mis compañeros y yo salíamos al receso. Algunos, como era costumbre, se quedaban en el salón. Otros estábamos aún platicando en el pasillo y otros en el amplio andador que había afuera junto a las jardinera. En eso se sintió, los que quedaban dentro de los salones salieron corriendo. El pánico provocó que se nos olvidaran las frases: No corro, no grito, no empujo. Una compañera sí fue arrojada al piso por la multitud que salía del salón. Para mi no era novedad el movimiento, hacía 10 años que había sentido uno igual o peor en un 4o. piso. El último movimiento nos arrojó al piso estando fuera y ahí nos quedamos hasta que se paró o cuando ya se sentía menos. Ahí estaba también mi buen amigo Leo que iba un año más adelante que yo, platicamos y nos calmamos, algunos estaban más angustiados que otros. Cuentan algunos compañeros que en el jardín de un lado de los laboratorio de radio podían verse el pasto levantarse como con olas desde que comenzó. Algunos otros decían que la tierra crujía, como si fuera un río de piedras. Yo solo había escuchado los gritos y nos dejaron irnos a todos a nuestras casas. El caos ya era peculiar, padres yendo por sus hijos. Yo yendo a casa en ruta con la esperanza de que mamá estuviera a salvo. Afortunadamente no sufrimos ningún percance, salvo el susto. La que no se salvó fue Manzanillo, de donde supimos se había caído un hotel entero, el hospital del IMSS había quedado inutilizado y aún está en ruinas y la antigua central camionera había perdido su tercera parte, incluido un cilo junto a esta que había quedado fragmentado.
21 de Enero, 2003, Villa de Álvarez, Colima.Era de noche. Recién había llegado de trabajar y como siempre, me dispuse a estar cómodo cambiándome de ropa, dejando hasta los zapatos por un lado y a ponerme chanclas. Mi madre estaba dentro de la casa, entre la cocina y el comedor. Estábamos comentando algo, supongo que con respecto al programa que me disponía a ver y para el cual me había sentado muy cómodamente en el sillón de la sala, ella se dirigió a su habitación a quitarse los zapatos. En eso sentí que el mueble se movía, grité a Mamá: "¡está temblando!" dos veces seguidas. Mamá salió corriendo de su cuarto, sin sandalias ni nada, cruzó el comedor a la velocidad que yo me levantaba; el movimiento me pareció más fuerte de lo normal y le dije que nos saliéramos, dejé de sentirme seguro dentro de la casa, acto seguido salimos corriendo y en la sacudida más fuerte se fue la luz, atravesábamos juntos el umbral de la puerta de la casa y oímos cristales o cosas cayendo detrás de nosotros, como si se estuviera derrumbando todo. Afuera, mi mamá descalza y yo en chanclas, buscamos refugio hasta el campito que hoy está cercado. El movimiento había terminado, yo había estado detrás de mamá todo el rato, casi empujándola, creo que hasta la empujé cuando salíamos de la casa, no se si por el instinto de salvarle la vida o por querer abrirme paso, en esas situaciones no se piensan las cosas, se pierde la cabeza y se recupera ya que está más en calma, y así fue, mi mamá me dijo que ya no se sentía nada, el movimiento era leve, pero prácticamente ya había pasado, aunque uno sigue sintiendo la sensación de que el suelo se mueve. Regresamos a casa y cuando íbamos de regreso me preguntó mi mamá por la vecina Cuquita, le dije que suponía que ella estaba con los demás vecinos en el campito, entonces mamá preguntó: "¿Está ahí Cuquita?" -"No", respondió una de las vecinas con las que menos se llevaba mi mamá. Mamá me explicó que ella tenía algunos problemas con los nervios y que le daban ataques; todo seguía a oscuras, solo nos iluminaba la luz de la luna, Cuquita respondió desde dentro de su casa que estaba bien cuando mi mamá se acercó al cancel a gritar a ver si estaba ella dentro. Luego nos dirigimos a la casa, mi mamá pensando en todo me dijo que teníamos que cerrar las llaves del gas, entramos a la casa, y efectivamente olía a gas. Ella fue a cerrarlo mientras yo iba a buscar con qué alumbrar la casa, tomé una lámpara y mi celular, no había comunicación ni por el teléfono de la casa ni por celular. Angustiada mi mamá me dijo: "Ve con tu hermana, creo que está sola con los niños." Entré a cambiarme a la casa las chanclas por unos tenis y me lancé corriendo, yo creo que fue la vez que más corrí en toda mi vida en menos tiempo para llegar a casa de mi hermana cruzando 2 o 3 colonias que nos separaban, iba con mi linterna alumbrando cada que cruzaba una calle para que no me fueran a atropellar y continuaba corriendo.
Sala, Casa de mis padres.
Todo agitado llegué triunfante a casa de mi hermana, la luz se había restablecido y al parecer en el camino comenzaron a funcionar las líneas, había terminado de hablar con mi mamá, aquí también estaban las cosas bien. Dijo que mi papá pasaría por ella para vernos en casa mi hermana, que no nos moviéramos de ahí. "Bien" le dije y acto seguido llamé a mis amigos que vivían en el centro por el celular, estaban bien pero informaban que había muchos escombros y postes caídos en el centro. Yo no podía creerlo. Al día siguiente quedé de ir a verlos para ver en qué los podíamos apoyar.
En la mañana - luego de que anunciaran que se suspendían labores hasta nuevo aviso en la Universidad de Colima en la cual ya trabajaba como becario y responsable de departamento - me dispuse a visitar a mis amigos, afortunadamente las rutas seguían funcionando pero no pasaban por muchas partes del centro. Antes de llegar era el caos total, algunas calles y cuadras completas estaban cerradas, postes caídos, bardas de distintos materiales caídas y hechas pedazos. Leo y Carlos me recibieron, parecía que en su casa no había pasado nada, pero que al parecer en casa de Beto Lam sí había habido daños. El templo del sagrado corazón tenía cuarteaduras muy graves, incluida una de las cúpulas de sus torres, con miedo a que esta cayera sobre la casa de mis amigos si hubiera otro terremoto de la misma magnitud, años después conocí al arquitecto que se encargó de restaurarlo y de inyectar cemento y reforzar la estructura, fui testigo de la ingeniería del mexicano y de cómo hacían que un edificio viejo y deteriorado se viera normal y confiable.
La cruz roja que estaba en la misma cuadra del templo estaba muy activa, seguían atendiendo casos y las ambulancias se escuchaban más frecuentemente que lo que lo hacían cuando visitábamos su tienda de cómics en la esquina.
Visitamos la casa de Lam, todo parecía normal, pero las de los vecinos no, una barda había caído sobre un carro, creo que en la página del noticiero de ángel guardián en facebook pude ver las fotos de ese lamentable evento.
Los días siguientes las comisiones de desastres de cada institución se encargaban de hacer su trabajo mientras el resto de la población esperábamos respuesta. La Universidad no había sufrido grandes daños y nuestras casas, gracias a Dios, tampoco. Los más afectados habían sido los del centro de la ciudad y las comisiones marcaban con grandes X rojas las paredes que debían demolerse con los trascabos y máquinas que abundaron por casi todo el centro. Muchas familias aprovecharon para contruir de nuevo aprovechando seguros, fianzas y ayudas que llegaron por parte del gobierno y del fondo nacional de desastres, aunque a veces sí era muy poco.
En pocas palabras, como bien lo dijo mi amigo Carlos: "No manches, parece como si un gran gigante hubiera pasado por ciertas partes por el centro derrumbando todo" Y sí, todo parecía tener un patrón, la destrucción no era dispareja, si se hubiese visto desde arriba se veía como si cruzara en dirección Villa de Alvarez a la Estancia. O como si hubiera habido un bombaredo. Pero no, todo había sido obra de la naturaleza.
Recuerdo que citamos y tuvimos una reunión del fan club de Star Wars para ver en qué les podíamos ayudar, incluso uno de ellos había ido especialmente a eso. Algunos fans de otros Estados nos apoyaron enviando providencias y víveres en los centros de recolección de sus respectivos estados. De hecho nos mandaban los documentos de recibido escaneados por correo para hacer constar su participación. Nos dió gusto que ellos, así como nosotros en general en Colima, ayudáramos con despensas y demás para los necesitados en diferentes desastres. La comunidad "estarguariana" de México respondió en varias ocasiones con muchos otros Estados que también pasaron por lo mismo y le agradecemos infinitamente su fraternidad. Ojalá que estos eventos no tengan que suceder siempre para darnos cuenta de que en este mundo nos necesitamos los unos a los otros, que no necesitamos de desastres para vernos como hermanos todo el tiempo.
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